Temblores que remueven cimientos

Arequipa 19 de marzo 2014 

El domingo 16 de marzo, se me cumplían los 90 días de mi estancia en Perú. Decidida a prorrogarla durante unos meses más, crucé al país vecino en busca de sol, playa y unos nuevos sellos para mi pasaporte.

Tip nº 122: Frontera Perú – Chile, Tacna – Arica 

Desde Arequipa, en 6 – 7h en bus, puedes llegar a Tacna, último enclave peruano antes de estar en territorio chileno. En mi caso viajé con la compañía flores. 30 soles (8€) en primer piso, servicio de ejecutivo y asientos semi cama. Todo un lujo que me merecía después de unas semanas más duras de lo esperado y deseado. Si quieres ahorrar algo de dinero, por 10 soles menos, consigues un asiento normal en el segundo piso. Si aún quieres ahorrar más, espera al autobús fuera de la estación y páralo. Freeprice para viajeros aventureros.

La frontera está situada a unos 40 km de Tacna. Cuando llegas a la ciudad, justo enfrente de la estación de autobuses, hay una estación en la que operan unos colectivos que te llevan a Arica. Puedes hacer el recorrido en dos partes pero el servicio y precio que ofrecen estos colectivos es muy aconsejable si vas con prisas o quieres un viaje cómodo. El precio varía según el coche colectivo. Se puede pagar en pesos chilenos (3.500 – 4.000) o soles (17-20). Algo más de 6$. Los conductores te dan todos los formularios necesarios, te ayudan a cruzar la frontera y te esperan en el coche para llevarte a Arica. De igual manera funciona en sentido inverso.

En la frontera sentido Perú – Chile tienes que pasar el control de aduanas. No dejan pasar un montón de cosas como productos de origen vegetal o animal. Mis dulces uvas acabaron en la papelera. No hay que pagar nada en ningún sentido, ni de entrada ni salida pero ten cuidado de conservar siempre contigo la tarjeta de salida que te dan en el momento de entrar en un país. No encontré un sitio donde cambiar moneda pero, en el mismo terminal donde te deja el colectivo en Arica, puedes hacerlo. En Perú, por cada día que excedes de la estancia permitida, te cobran 1$. No hay nada que no se pueda pagar con dinero!

Ah! No hagas como yo que me di cuenta dos días más tarde de la diferencia horaria. Si pasas de Perú a Chile, tienes que adelantar tu reloj 2h, no lo olvides!

Tip nº 123: transporte en Arica

En Arica un trayecto en taxi te puede costar 2.000 pesos (3.5$) pero existen unos taxis colectivos que por 500, te llevan a donde quieres. Hay distintas líneas. En función de donde quieras ir, tienes que coger una u otra. La gente de Arica es muy amable y a mí me indicaron todo el tiempo donde tomar los colectivos y cual coger. No os preocupéis en absoluto.

 

El trayecto desde Arequipa hasta Arica es muy bello. Una extensión del desierto de atacama. Puedes quedarte horas mirando por la ventanilla siempre que el sillón cama, no te atrape como a mí con dulces sueños….Me habían hablado muy bien de Arica, playas hermosas, sol y buena onda. Tenía el nombre de un modesto hostal en el centro que una amiga me aconsejó. Hostal Santa Ana. Llegué a las 19:30. Aquello era para verlo….Las habitaciones no estaban completamente aisladas puesto que una de las paredes, no llegaba hasta el techo. Entraba por aquella apertura todo tipo de olores y sonidos. Lucky me, el cuarto que me dieron, quedaba en frente de la cocina de la familia que regentaba el hostal. Para más inri, la lavadora no paró de trabajar durante los días que estuve allí. Los baños eran compartidos. Casi me caigo de culo cuando vi que, tanto el retrete como el lavabo, estaban forrados con paños rojos con bordados de flores y lentejuelas. Qué pena que olvidé mi cámara en casa. Mi habitación tenía dos camas y un solo enchufe en el que estaba prendido el televisor. Eso sí, tenía cable. Los muelles de la cama se me clavaban en la espalda y en algún movimiento nocturno, de vuelta y vuelta, me desperté por tan inesperada caricia!

Chile es mucho más caro que Perú pero Arica es de las ciudades más baratas. Mi habitación costaba 6.000 pesos la noche, algo más de 10$. Si no quería gastarme mucha plata, no tenía otra opción que comer comida rápida durante mi estancia playera. Ideal para lucir bikini. Era lo más económico. Comí lo que en meses no había comido. Hamburguesas, empanadas de choriqueso, pizza, bocadillos, salchi papas…En fin, una delicia para los sentidos.

Mi primer día de playa fue muy lindo. Me fui paseando desde el centro. Visité la catedral de san marcos construida por Eiffel. Madera y hierro. Una preciosidad. Después, la caminata de 20 minutos, transcurría a borde de mar. A pesar de que era fin de semana, apenas había viandantes. Ver el color del mar, el sonido de las olas, los pájaros volar….Estaba encantada. Menos, cuando divisé el cartel de peligro por tsunami como si fuera el cartel que anuncia una playa de bandera azul en España. Cuando divisé la playa del laucho a lo lejos, no me lo podía creer. Era una hermosa cala tranquila, de aguas reposadas y descongestionada de gente. Planté mi sombrilla a las 11 y hasta las 17:30, no levanté mi cuerpo de la arena. Dormí, leí mucho, me comí un helado de coco casero, observé, olí y me dejé atrapar por el encanto del mar. Osé a darme un remojo rápido. El agua estaba congelada. Chacahua venía a mi cabeza una y otra vez.

De regreso al hostal, me paré a ver la puesta de sol en el muro del paseo. Unas adolescentes, revoloteaban y cacareaban sin parar a mi lado. A pesar de eso, me sentía afortunada de estar allí sentada. Disfrutando de una maravillosa zambullida del sol en el mar en el que yo me había depurado horas antes. Unas salchipapas en compañía de una familia de Arica, ávida de curiosidad, cerró una jornada redonda.

El domingo no fue tan lindo como esperaba. Estaba preparada para una segunda jornada playera en la que sentirme a mí y a la naturaleza. Pero las cosas se torcieron, no salieron como yo esperaba. Cuando conseguí llegar a la playa, eran las 16 de la hora chilena. Había olvidado mi sombrilla pero pensé que, en las últimas 4h de la tarde, no me haría tanta falta. Y no me equivoqué. Apenas una hora y media más tarde de estar allí, sentada en la arena sentí como la tierra temblaba. Más que un temblor, era como una ondulación subterránea. Tuve la misma sensación que cuando estás a punto de desmayarte. No presté mucha atención y seguí escuchando mi música mientras observaba a perros jugar, gente pasar, palas de playa, un partido de volley…

 …y de repente…vi una señora acercarse a mí. Movía sus labios pero hasta que no me quité los audífonos, no sabía lo que me decía. “Tienes que irte, hay alerta de tsunami”. No me lo podía creer. Tardé un segundo en recoger todas mis cosas y medio en vestirme. Acompañé a las chicas que me habían avisado y corríamos la voz a otras personas que nos encontrábamos. Pero la gran mayoría permanecía sin más en la playa. Obviamente, la noticia, todavía no se había corrido.

Llegué al centro y las chicas me aconsejaron que me fuera a los cerros no fuese a pasar lo que en el 2010. Entonces, un tsunami mató a un montón de gente en Arica porque no desalojaron a tiempo. Dios mío. No me lo podía creer. No sabía qué hacer. Estaba sola y me enfrentaba a algo que nunca había vivido. La gente en el centro estaba normal. Algunos comían, otros miraban la televisión como si nada….El temblor había sido de 6.7 y el epicentro había sido a tan sólo 40km de allí. Decidí ir al hostal. Tal vez allí me darían más información. La señora ni siquiera había escuchado las noticias. Entré en mi habitación, recogí las cosas en mi pequeña mochila dispuesta a salir corriendo cuando hiciese falta y puse el televisor. En Iquique, el lugar más afectado por el temblor no paraban de producirse réplicas. Desde finales del siglo XIX no se había producido un gran terremoto en el norte de Chile y el reloj, había empezado la cuenta atrás. Eso decían los especialistas que entrevistaban desde un cómodo estudio a cientos de kilómetros desde allí. Qué no cunda el pánico, apostillaban. Me quedé allí como una tonta pensando en que podría morir ahogada si una ola gigante viniese. Decidí abandonar mi escapada playera a primera hora del día siguiente. A las 2h, la alerta se levantó. El día había sido horrible, mi estado de ánimo estaba deshecho y lo que menos necesitaba, era preocuparme por desastres naturales. ¿Cómo combatir eso? Los cimientos de mi vida estaban tambaleándose. Me quedé dormida con el corazón en un puño y el canal 24h prendido.

De repente, sentí algo muy extraño. Sentí que estaba muerta, una sensación que duró segundos. Me desperté y el televisor anunciaba a bombo y platillo una fuerte réplica de casi 6 grados. Eso era lo que había sentido. Me asusté mucho en la soledad de mi habitación y la impotencia de no saber qué hacer. Sin consuelo ni compañía. A los pocos minutos, sentí un temblor más ligero. Agudicé mis oídos pero no escuché ninguna puerta ni gente saliendo del hostal para dirigirse a los cerros. No sé cómo, me volví a dormir. Eran las 5 de la mañana, cuando llegó de nuevo la pesadilla, otra réplica. Los expertos decían que te preocupases salvo si no te puedes sostener de pie mientras la tierra tiembla. ¿Cómo iba a saberlo si estaba tumbada en la cama? Menos mal que no se trataron de temblores bruscos sino más bien, como ondulaciones subterráneas que te producen una sensación de mareo y caída.

A las 7 de la mañana, estaba preparada para salir corriendo de allí. Me aliviaba conforme me alejaba de Arica, deseando llegar a mi añorada Arequipa a pesar de la contaminación, las prisas, los pitidos y la gran ciudad. Cuando crucé la frontera, por una amiga peruana, me enteré que Arequipa también estaba temblando. Me estremecí. Al menos allí, no hay mar, pensé.

Llegué a mi casa tras un largo, pesado y triste viaje. Cuando estaba abriendo la puerta, volteé la cabeza para saludar al Misti. Mierda,  ¿qué pasa si al volcán le da por eructar? Se me revolvió el estómago.

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